domingo, 22 de abril de 2012

Bibliotecas Populares, la vanguardia del libro

"Coman, duerman, callen, rían, si pueden, y aguarden tranquilos, que, en veinte años más… sus hijos andarán en cuatro pies..."
Domingo Faustino Sarmiento

Los extremos se tocan, dice una máxima de origen incierto. En nuestra sociedad, el libro tiene dos extremos.
Cada año abre sus puertas en la Ciudad de Buenos Aires la Feria Internacional del Libro. Llegar allí representa para el vecino del conurbano dos horas de viaje en tren o colectivo. Luego, hay que abonar el precio de la entrada. Este año es de $26. Cruzando el umbral de las puertas, el visitante se encuentra, primero que nada con los gigantescos stands de los grandes grupos editores. Grupos que privilegian el negocio, que ofrecen mercadería a precios muy altos para el bolsillo promedio. Para ellos, las incoherencias de personajes mediáticos son más importantes que la educación y la apertura intelectual de las sociedades donde habitan. Y si tienen libros que apuestan a estas consignas, son únicamente para quienes puedan pagar un precio excesivo.
En el otro extremo, desperdigas por el conurbano hay decenas de bibliotecas populares. Cerca de la casa de todos hay una. Allí la entrada es libre y gratuita. En algunos casos, piden a quien pueda, y sólo a quien pueda, una contribución de $5 a $10 mensuales para ayudar al funcionamiento de las instituciones. Y a cambio, ofrecen a la comunidad toda sus miles de libros para ser leídos. Las bibliotecas populares son el Faro del conocimiento en nuestras ciudades y barrios, una luz guía para el desarrollo intelectual de nuestras mentes.
Sin embargo, pareciera ser que son faros asentados en terreno frágil. Las bibliotecas populares son iniciativas de particulares que entregan su trabajo y sus sueños a enriquecer la cultura de su pueblo. Personas que hacen esta labor fuera de sus empleos habituales, que muchas veces no disponen de los medios económicos para soportar el mantenimiento edilicio y/o de servicios básicos.
Recuerdo hace unos años leer en medios locales que la Biblioteca Popular Almafuerte de San Justo corría riesgo de cierre por falta de un edificio donde funcionar. Poco después se informaba que había llegado una solución. La municipalidad de La Matanza le había entregado una finca en comodato, y desde entonces, la biblioteca pudo continuar con su normal existencia.
A fines de 2009, la Biblioteca Popular Ornella Martínez de Villa Luzuriaga tuvo que cerrar, debido a que los socios ya no podían hacer frente al pago del alquiler del local donde funcionaba. Afortunadamente, durante 2010, con el aporte de una empresa de transporte, pudo volver a abrir sus puertas en un nuevo domicilio.
Durante 2011, nos enteramos que la Biblioteca Popular Discepolo de Morón corría riesgo de cierre, ya que el dueño del espacio que alquilaban quería vender el terreno para la construcción de una torre de departamentos. Situación similar atravesaba la Biblioteca Popular Amigos de La Tablada, viendo su existir peligrar por el avance de los negocios inmobiliarios. Más contundente fue el caso de la Biblioteca Popular Trabajadores del Yaguané, que cerró definitivamente el año pasado, como consecuencia de los problemas económicos que atravesaba el frigorífico que sustentaba su funcionamiento.
Y ahora, cuando parecía que todo marchaba con normalidad para la Biblioteca Popular Almafuerte, la aparición de un “supuesto” ¿dueño? de la casa donde funciona pone nuevamente en riesgo la continuidad de tan importante institución.
Los extremos se tocan. En un extremo, corren detrás del negocio. En el otro, el negocio pretende correr a los difusores de la cultura. En medio, estamos nosotros. Cerca de tu casa hay una biblioteca popular, infinitos universo de literatura para descubrir. Ellas también necesitan de nosotros, los lectores.

sábado, 14 de abril de 2012

Café Literario Rincón de Letras (13 de abril de 2012)

Hay muchas técnicas para hablar en público. Una de ellas es elegir a alguien entre la muchedumbre, y hablarle a esa sola persona. Yo elijo una silla vacía.
Elijo la silla vacía porque imagino que allí se iba a sentar un cultor de las letras que no pudo venir. Lo imagino tapado de labores en la oficina, la construcción, la quinta o los baños de un hospital. Lo imagino leyendo las gacetillas de prensa del Café Literario Rincón de Letras del viernes 13 de abril publicadas en multitud de medios locales. Lo imagino a él imaginándose que pudo asistir, a pesar de una realidad que le llena de obstáculos el camino.
Allí, en una silla vacía, escuchando la apertura hecha por Carlos Rigel del ciclo 2012, pudo estar un padre o una madre, que entre pañal y pañal sueña mundos fantásticos, soñando que esos mundos también pueden ser un libro, que también puede construirse un público lector.
Allí, en una silla vacía, imagino a un investigador barrial, que pudo haber escuchado al panel del Centro de Estudios Históricos de La Matanza, formado por Carlos Boragno, Darío Cerrato, Alejandro Enrique y Marta Maldonado Nassif, y saber que no está solo en la búsqueda de las raíces barriales, incluso, animarse a dar a conocer su investigación. Pero quizás ni siquiera tenía dos monedas para el colectivo.
Allí, en una silla vacía, pudo estar un inédito e ignoto poeta, escuchando a Marilaria Estévez hablar del Santos Vega, o a los autores que pasaron por el micrófono abierto, Alberto Fontana, Paula Pimental, Víctor Ibáñez, Carmelo Laudani y José Paredero. Me lo imagino allí, esperando a que lo llamemos, para que nos lea su obra, para contarnos sobre lo que hace, superando los temores que le impidieron venir.
Allí, en una silla vacía, imagino a un soñador cansado de luchar, vernos a nosotros, los hacedores del café literario, trabajar con intensidad, con los dientes apretados, para llevar adelante el espacio, para la promoción de las letras y sus autores, por el surgimiento de nuevos espacios. Pero sus sueños hace mucho que cayeron.
Yo elijo hablarle a esa silla vacía, llena de sueños caídos, y decirle: las puertas están abiertas.