lunes, 31 de mayo de 2010

Bicentenario en Los Manzanares (25 de mayo de 2010)

Lo vi pintado en una pared. El 25 de mayo, a las 10 hs, celebración en la plaza de Los Manzanares. Ya había visto megaespectáculos, en San Justo de cerca, a metros del escenario, en la 9 de Julio, de lejos, casi nada. Faltaba ver como era la celebración en los barrios.
Esa mañana de 25 de mayo, la gente se fue reuniendo en las escuelas de la zona, para luego marchar en caravana a la Plaza San Juan del barrio Los Manzanares. De la escuela 82 vinieron encabezados por un móvil de la policía de la comisaria de Los Pinos, que traía en su cabina a los abanderados con las banderas de ceremonia, y detrás alumnos, docentes, padres y vecinos llevando una larga bandera argentina.
De la escuela 123 llegaron con banderas, pancartas, tambores y mucha algarabía, e hicieron su entrada con bombas de estruendo. Estas escuelas, junto con la escuela 71, que está frente a la plaza, son los tres principales centros educativos de la zona. Comparten sus estructuras edilicias con jardines de infantes, escuelas secundarias y escuelas para adultos.
Además de las escuelas, participaron el Centro Cultural Pierina Dealessi, veteranos de Malvinas, granaderos reservistas, autoridades municipales del área de educación, padres, vecinos y curiosos que pasaban.
El acto empezó en forma protocolar, con la presentación de las banderas de ceremonia, y sus abanderados y escoltas, orgullosos en sus guardapolvos blancos, con visible emoción por ser parte de la histórica jornada. Como visible era la emoción de todos los participantes. Emoción genuina. La emoción del aspirante a artista que prepara su acto con mucho esfuerzo, la emoción de madres que cosieron con sus propias manos los trajes típicos para las coreografías, de fotógrafos aficionados inmortalizando el instante en que el hijo, el sobrino o el hermano menor pasaba a formar parte de la historia viva del barrio, este barrio Manzanares que es una cédula de la Argentina, y que, como una cédula que contiene el ADN que le da identidad al todo, reflejó en ese acto del 25 de mayo lo mejor que tiene este país, las verdaderas raíces del ser argentino.
Dicen que el folklore es popular. Yo pienso que los chismes televisivos son populares, y que por otro lado existe el arte con raíces folklóricas. En la plaza del barrio Manzanares hubo lugar para bailarines eximios y otros improvisados. Hubo lugar para la alegría, y para el recuerdo. Bailes, coreografías y hasta una versión del Himno Nacional Argentino en quechua asombraron, enternecieron y arrancaron aplausos al público. También hubo exposición de trabajos alusivos a la fecha hechos por los chicos de las escuelas, y un buffet con precios muy económicos.
Los barrios son las cédulas del país, y en los barrios está su identidad. Lo bueno y lo malo. Porque lamentablemente, a medida que el acto avanzaba, los familiares de los chicos que ya habían actuado se iban retirando, por lo que el público se fue mermando. No por eso los últimos fueron menos aplaudidos. El aplauso era para premiar el esfuerzo y la dedicación, no el mero acto protocolar y espasmódico de las pomposas ceremonias, y por eso, el 25 de mayo de 2010, en la Plaza San Juan del barrio Los Manzanares, el aplauso fue generoso.

Bicentenario en la 9 de Julio (23 y 25 de mayo de 2010)

Todo era enorme. Como todo en la Argentina. Los stands eran gigantes. Los escenarios colosales. Hasta filas eran faraónicas. Y había que hacer fila para todo. Cientos de miles de personas chocando, tratando de ir a algún lado.
Todo era diverso. Como todo en la Argentina. Había stands de las provincias, de los ministerios públicos nacionales, de organizaciones de derechos humanos, y más. Música de todos los géneros, desfiles abarcando toda esa diversidad que conforma el país. Y largas filas para ver.
Y por supuesto, como en todo lo que sucede en la Argentina, había gente formada pacientemente en la fila, y los colados de siempre, aquellos que encuentran la felicidad en ganarle un casillero a un compatriota, a otro ser humano.
El domingo me tocó lluvia tan torrencial que el agua casi me arrastra. El martes, un día soleado, fui arrastrado por mareas humanas. Todos los espectáculos y muestras fueron de muy alto nivel. Pero era tanta la gente que finalmente uno no podía ver nada. Con paciencia, uno se formaba en la fila para entrar a un stand durante una hora, o esperaba junto a una valla durante dos horas el paso del un desfile, y quizás, no veía nada, más que multitud de cabezas delante suyo.
La verdad, si me hubiera quedado en casa, habría visto más, mucho más, de lo que vi. Pero aún así creo que fue una experiencia imperdible.

Bicentenario en San Justo (22 de mayo de 2010)

El día era gris. Pero gris en serio, con el cielo encapotado de nubes y ráfagas aisladas de viento. Y la llovizna que caía de a ratos. Muy finita, pero bien húmeda. Como el día. La humedad calaba los huesos.
No obstante, miles de personas se agolparon en la intersección de las calles Almafuerte e Indart, en San Justo, partido de La Matanza, para presenciar un espectáculo al aire libre conmemorativo del Bicentenario de la Revolución de Mayo de 1810.
Un enorme escenario fue montando sobre la avenida Indart, al igual que miles de butacas que ya estaban ocupadas cuando a las 16 empezó un festival folklórico que arrancó con artistas matanceros, y siguió con un bloque especial argentino-paraguayo, donde consagrados músicos de los dos países, junto con el Ballet Folklórico Nacional, repasaron las raíces musicales comunes a ambas naciones. El cierre estuvo a cargo de Peteco Carabajal.
El festival fue excelente, de calidad suprema, ¿qué más puedo agregar para describir el talento y calidad de artistas consagrados? Solamente que arrancaron una tormenta de aplausos entre el público, y que junto con la humedad, me provocaron una ligera torticolis por tener tanto tiempo el cuello hacia arriba, hacia el escenario. Pero era difícil dejar de mirar a esos bailarines que narraban historias con sus movimientos.
Después de la música vinieron los fuegos artificiales, que llenaron de colores el lienzo negro de la noche. En definitiva, fue una celebración con todos los lujos.

martes, 11 de mayo de 2010

Como gastar 12 pesos (10 de mayo de 2010)

Suponga que usted anda caminando por Plaza Italia y le quedan $12 en el bolsillo, la billetera o la cartera. Con ellos usted puede comprar en un carrito dos choripanes o tres panchos. O tomarse un café con medialunas en un bar.
También puede comprar libros. Hay libros por $12, por $10, por $8, por $5. Hay ofertas de dos libros por $10. Muchos de ellos se consiguen en la feria de usados de Plaza Italia, o si quiere, se toma un colectivo a Parque Rivadavia y todavía le quedan $10,80 para gastar.
Pero quedémonos en Plaza Italia. Caminemos un par de cuadras y lleguemos al predio de la Sociedad Rural. Ahí también puede gastar $12 en la entrada a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, y pasear entre un mar de libros, algunos en oferta a los precios antes citados, pero que usted no podrá comprar porque ya se gastó los $12 que le quedaban en la entrada. Ni siquiera podrá saciar el hambre y la sed que provoca caminar de dos a tres horas porque los precios del buffete son demasiado altos, aun si usted no se hubiera gastado todo su capital en un mugroso ticket, que, a modo de burla, le promete que usted puede recuperar su valor si compra un libro con tapas de oro con incrustaciones de brillantes.
Así que si usted camina por Plaza Italia con $12 en el bolsillo, cómprese un choripán, cómprese un libro usado, pero no deje que las marquesinas colorinches del afamado megaevento le roben las ilusiones.

13º FLIA (1º y 2 de mayo de 2010)

Ocho y media de la mañana del 1º de mayo. Con los libros y la mesita para armar tomé el 242 hasta Ramos Mejía. De ahí el tren hasta Once. Luego caminar, y caminar, hasta Azcuenaga y Paraguay. En el estacionamiento recuperado por el centro de estudiantes de la facultad de ciencias sociales de la UBA, la cosa se estaba armando, los puestos iban surgiendo como hongos después de la lluvia. Pero el día era soleado, casi caluroso, y los puestos eran el esfuerzo de autores independientes por mostrarle al mundo su obra, su grito de ¡existimos!
La Feria del Libro Independiente y Autogestiva (FLIA) es un emprendimiento de autores que trabajan en forma horizontal para la difusión de sus obras y de la cultura independiente en general. Está abierta a todo el mundo y cualquiera puede participar en la organización de los eventos, que se realizan en diversos puntos de la Ciudad de Buenos Aires y que se ha visto replicado en La Plata, Rosario y otras ciudades del interior. Incluso emprendimientos de similares características han visto la luz en Chile.
Al mediodía la cosa ya iba tomando color. Armé mi mesita entre los puestos de 4 Gatos, un espacio de arte visual con sede en Haedo, y un dibujante que pesar de estar enfermo igual fue a mostrar los libros que él mismo editaba, al igual que 4 Gatos y la mayoría de los expositores, que imprimen, cortan y encuadernan su obra con sus propias manos.
La FLIA es una feria variopinta y diversa. En los más de cien puestos que se armaron ese sábado 1º y domingo 2 de mayo, había poesía, narrativa, historieta, arte gráfico, editoriales independientes, revistas de diversos temas. Ahí estaba la gente de Guarnin, un diario de Castelar, y Baldosas Flojas, revista de la Capital, sólo por nombrar algunos de los medios gráficos alternativos que me dejaron material y con los que intercambiamos experiencias en esto de divulgar lo que vemos, ese algo indefinido que para algunos es la cultura independiente.
Mucha gente pasó por la feria los dos días que duró. Hubo charlas de los más diversos tópicos (aunque el sábado el tema excluyente fue el día del trabajador), hubo un escenario con números musicales y poetas leyendo su obra, hubo buffet, con el que se financia parte de los gastos, y el domingo por la tarde, el plato fuerte, el historiador Osvaldo Bayer participando de una de las charlas.
Las ventas fueron difusas. A algunos les fue bien. Yo, particularmente, llegué sin un centavo y me fui igual. Pero logré llevarme algunos libros, habidos mediante el arcaico método del canje, de Pablo Strucchi y Mariano Millan. Y un intenso intercambio de experiencias, folletos, emails, direcciones en Internet y la certeza de que la FLIA es un camino posible a un futuro mejor para la cultura argentina.

Atalaya Rock (10 y 11 de abril de 2010)

El Atalaya Rock ya casi es una tradición. Un festival del rock under que se realiza periódicamente en diversos lugares de Isidro Casanova, organizado por la gente del programa radial la Ruta del Rock (viernes 21 hs por FM 96.5). Incluso una vez lo hicieron en Manzanares. Ahí fue cuando los conocí, hice una nota del recital, y desde entonces, cada vez que me es posible, voy a los Atalaya Rock.
Los días 10 y 11 de abril se realizó el más reciente. Imagínense que van caminando por un barrio común y corriente, casas bajas, calles asfaltadas, poco tráfico. De pronto, el barrio se termina. Aparecen las vías del tren cortando en dos un amplio descampado. Y junto a las vías, un escenario enorme con luces y coreografía. A eso agréguenle una kermesse, un pelotero, una carpa para los músicos. Y por supuesto, más de veinte bandas en vivo.
La postal puede parecer casi mágica. Pero no tiene nada de magia, sino mucho trabajo y esfuerzo. El sábado a media tarde llegué al lugar, y los organizadores todavía realizaban mil actividades simultaneas para poner todo a punto. El evento estaba anunciado para las 15 hs, pero no se comenzó a probar sonido hasta casi las 20 hs.
¡Y qué sonido! De pronto, fue como si una ráfaga de viento sacudiera el aire anunciando tormenta. Pero no. Era el equipo de sonido del recital rugiendo. Y no sólo era la potencia. También la fidelidad. Estoy seguro que si una mosca pasaba por un micrófono podría distinguirse entre el ala derecha y la izquierda.
Las bandas comenzaron a sucederse, desplegando lo mejor del rock. Durante la noche del sábado y la tarde del domingo Isidro Casanova fue sacudida por un festival como nunca antes había presenciado. No era el primero, ni mucho menos, pero sin duda, fue el mejor que esta parte del mundo había visto, por la calidad del sonido, por el escenario (¿y ya mencioné el esfuerzo y trabajo que le ponen los organizadores?).
El Atalaya Rock es mucho más que un festival under. Es darte cuenta que aunque hay gente de todas las edades la mayoría rumbea hacia los cuarenta. Es que un desconocido se acerqué y te pregunté si su banda favorita ya tocó, y que te cuente de su banda y como la sigue a todas partes y que ese desconocido deje de ser un desconocido para ser el seguidor de La Chiva. Es cruzarte con un amigo que hace años que no ves, y que te invita a ir a la casa de otro amigo que vive cerca y volver los tres juntos a disfrutar del show.
Ah. Me olvidaba. El Atalaya Rock también es una muestra de que no sólo los pulpos de las industrias discográficas pueden hacer un espectáculo de calidad, sino que músicos y gentes independientes también pueden. Los independientes también podemos.

Festival contra la impunidad, la represión y el gatillo fácil (5 de marzo de 2010)

El viernes 3 de marzo estaba en casa, peleando con la computadora, y la máquina iba ganándole al hombre. En la radio escuché que esa tarde en la plaza de Atalaya, desde las 17 hs, habría un festival de rock y un acto para pedir justicia por varios casos impunes que involucraban a vecinos de La Matanza.
Me rendí y dejé muy ufana a mi computadora por la victoria, y me fui caminando hasta la plaza del barrio Atalaya, cuyo nombre es Plaza de los Héroes Egresados. A las 17 había un par de parlantes y un músico solitario probando su instrumento. De a poco comenzó a caer gente. Gente con banderas y remeras con rostros de seres queridos que ya no están. Y no es que no están por un accidente o una enfermedad, sino que alguien decidió que sus vidas eran bienes prescindibles y las tomó creyéndose intocables.
El acto fue convocado por los allegados a Abraham Arce y Carlos Lopresto, asesinados en diferentes hechos acaecidos durante el 2009, y, según denuncia de los familiares, estarían involucrados personajes con poder, o apañados desde el poder (y perdonen si utilizó el condicional, pero, para bien o para mal, hasta el personaje más siniestro se merece el beneficio de la duda).
También asistieron la Coordinadora Antirrepresiva, organizaciones sociales, y familiares de otros casos impunes, como Luciano Arruga, , desaparecido hace más de un año, aparentemente por la policía, Lucena, y otros tantos que me perdonen si no los nombro, pero no soy periodista, escribo según las cosas me vienen a la cabeza, y a veces olvido detalles, aun los más importantes.
Cerca de las 18 hs comenzó una marcha. Un centenar de personas salió caminando desde la plaza y se dirigió hasta la casa de uno de los indicados como asesino de Arce. Allí se produjeron algunos incidentes, con gritos y pedradas contra la fachada de la vivienda. De ninguna manera puedo justificar la violencia, pero entiendo la bronca, bronca que se genera en la impunidad. La violencia genera más violencia, y la única forma de detener esa espiral al abismo es con justicia, pero cuando la justicia no llega, la gente siente que lo único que le queda es gritar, y agarrar piedras de la calle y arrojarlas a la pared, un muro tan insensible como el muro que encuentran cuando pasean por juzgados reclamando algo mínimo y elemental: Justicia.
Después de la marcha, ya de regreso a la plaza, los familiares, uno a uno, contaron sus historias. Padres sin hijos. Hermanos sin hermanos. Gente sin su sangre, sin su vida. Chicos, porque eso eran, chicos que tendrían que estar estudiando, jugando al fútbol o invitando a alguien a ir a algún lado, chicos contando como era ese hermano, ese primo, ese esposo que se fue y que no iba a conocer a su hijo todavía en la panza de la viuda.
A continuación, vino el aguante de las bandas. Arrancó Incesto, con un furioso y contestatario heavy metal. Luego tocó Pentosario, una banda de punk rock. La música fue anecdótica. Buena música, pero apenas un susurro entre tantos gritos de dolor.

Presentación

Después de varios años de cubrir los eventos ocurridos en mi barrio, Los Manzanares de Villa Luzuriaga (sí, de Villa Luzuriaga, aunque la correspondencia llegue con códigos postales de San Justo, Isidro Casanova o Rafael Castillo), y encontrándome en la encrucijada de no saber si todavía pertenezco a esta minúscula parte del mundo o si debo buscar nuevos rumbos hasta encontrar una pared donde colgar el sombrero (no, no uso sombrero, sí, es una metáfora del hogar), de lo que estoy seguro es que me gusta la cultura, las ferias del libro y culturales, los recitales, las obras de teatro, las exposiciones, etc. También sé que gran parte de estos eventos pasan desapercibidos en el gran mar de los medios (nacionales o locales) o incluso aquellos que tienen un amplia cobertura no presentan algunos puntos de vista discordantes, centrándose en hablar bondades de eventos más económicos que culturales.
Como siempre digo, no voy a cambiar el mundo. Ni un poquito. Pero ya que estuve ahí puedo contar lo que vi, lo que pienso. Y para eso me pareció que un blog era la mejor opción. Como un cuaderno o bitácora donde uno puede anotar las vicisitudes del viaje (sí, es un viaje, el viaje de la vida). Los invito a leer, aunque la mayoría, cuando llegue a este punto, ya lo habrá hecho (interpretación libre).