miércoles, 12 de agosto de 2020

Ficción breve: Ironía

Ironía


Una tarde soleada de enero, Erik, el dueño de una compañia multinacional de comuniciones almorzaba con Esteban, el principal accionista de una empresa energética local. Sentados en torno a una mesa al aire libre del restaurante más caro de la ciudad, discutían como incrementar sus insondables fortunas, mientras degustaban caviar y escaciaban champagne, dejando a un costado del plato las perdices.

A pocos metros, dos perros callejeros intercambiaban tarascazos. Un mendigo, famélico, vestido con colgajos de ropa, esquivando las espontáneas mordidas de los canes, se acercó hasta la mesa, y extendió su mano esquelética a los encumbrados comenzales.

¡Algo que comer! ¡Por piedad! tartamudeó

Erik tomó con su mano la perdiz que permanecía intacta en su plato, y la extendió hacia el mendigo. Cuando este quiso agarrarla, el accionista con un movimiento rápido le arrojó el ave a los perros callejeros.

Los animales capturaron la presa en el aire e iniciaron una feroz disputa por ella. Erik y Esteban rieron a caracajas. Rieron tanto que comenzaron a ponerse rojos. El mendigo no pudo contener sus lágrimas.

De pronto, el sol quedó oculto detrás de una espesa capa de nubes. Las luces de las calles se encendieron, pero titilaban desdenfrenadas. Del suelo empezó a subir un vapor oscuro que fue tomando la forma de una figura humana.

La parca, con su atuendo negro y su guadaña, observaba a los empresarios y al mendigo, que, atónitos, no podían moverse, hinoptizados con la visión de la muerte.

La parca avanzó hacia el mendigo, tocó su frente y éste se desplomó sobre el suelo. Tan repentina como había llegado, la recolectora se desvaneció, en tanto las nubes se disipaban y retornaba la luz del sol.

Erik miró al mendigo tendido, lo señaló con el dedo y le preguntó:

¿De qué te sirvieron tus miserias? ¡Eh! ¿De qué te sirvieron?

Victor Justino Orellana, 2020





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