miércoles, 24 de junio de 2020

Dos ficciones breves y una no ficción

El otro camino

(Breve ucronía basada en la obra de Elena Irene Gardes)

La noche estuvo misteriosamente tranquila. Con el primer rayo de sol llegó la lluvia de bombas, y la espesa niebla de gas mostaza.
En la trinchera, los soldados franceses se apresuraron a buscar refugio de las esquirlas, mientras se colocaban las máscaras antigases, elemental barrera entre la vida y la tumba. Si es que una fosa común era una tumba.
Las balas alemanas silbaron. Salir de la trinchera era un suicidio. La voz del oficial francés ordenó atacar. Charles, al igual que sus compañeros, preparó la bayoneta en la punta del rifle. Se tomó un segundo para recordar los días en la Argentina, su prometedora carrera como cantante, antes de que llegará la citación para sumarse al ejército de Francia.
Su representante le había recomendado que desertara. Le habían ofrecido un falso certificado uruguayo de nacimiento para esquivar el reclutamiento. Pero escuchó a quienes le dijeron que estaría un año afuera y volvería con mil anécdotas que contar.
La orden de avanzar se repitió. Los soldados franceses salieron de la trinchera. La primera bala fue para Charles. Le atravesó la garganta de lado a lado y lo dejó tendido en la tierra de nadie.
En el esqueleto de un árbol carbonizado, un zorzal le cantaba al amanecer.

Victor Justino Orellana

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Reencuentro

(Ficción breve basada en la obra de María Angélica Maldonado Dendarys)

—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó la bibliotecaria.
—Busco un libro —respondió el hombre.
—¿Sobre qué tema?
—No estoy seguro.
La bibliotecaria miró al hombre. Los rasgos de su herencia originaria eran muy evidentes. Le resultaba familiar, aunque no lograba ubicarlo en su memoria.
—¿A qué te dedicás? —preguntó la bibliotecaria.
—Soy artesano.
—¿Qué hermoso? ¿Qué fabricás?
—De todo un poco. Pero me gustan mucho los instrumentos musicales: charangos, cajas, quenas.
—Uhm. Puede que tenga algo para vos —la bibliotecaria dio un paso hacia los estantes, pero a medio camino se volvió. De pronto, había sentido como si el carnaval de la Puna jujeña, con sus múltiples sonidos y colores hubiese viajado hasta la biblioteca—. ¿Cómo te llamás? —le preguntó al artesano.
—Sinú —respondió él.

Victor Justino Orellana

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No ficción matancera y bonaerense

(A Blas Barragán Marino)

Días previos a un café literario me dieron la terrible noticia: el Poeta Bonaerense había fallecido. Incrédulo, pedí detalles, busqué un error en la ingrata novedad. Pero no había dudas. No se trataba de un homónimo ni de otro autor. Me dieron pormenores de su vida como empleado municipal, su obra compuesta de poesías y letras de canciones folclóricas, y de la muerte que lo había alcanzado mientras hacía fila en el banco para cobrar la jubilación.
En el café literario lo recordamos respetuosamente, incluso pusimos su nombre en el programa. Yo leí un texto del poemario que me regaló, en un intercambio de libros, el día que nos conocimos. Él exponía en un stand, al saber que escribía me invitó a que me sumará a la muestra, cuando supo que volvía caminando a casa sacó dos monedas del bolsillo y me las ofreció. Era un gaucho urbano que escribía versos a su provincia y a su Matanza.
Después del café literario redacté una semblanza, donde rememoraba su vida, su obra, y esos encuentros en ferias del libro donde charlábamos de esperanzas y tradiciones. Aquellos párrafos los publiqué en mi blog y tuvo alguna repercusión, con muestras de condolencias y promesas de futuros homenajes a su obra poética.
Una semana después, mientras caminaba por San Justo, el Poeta Bonaerense bajó del 185 y me saludó, contentó de reencontrarnos.

Victor Justino Orellana