domingo, 30 de enero de 2011

Jornada Cultural en Defensa de los Derechos Humanos (29 de enero de 2011)

Para el sábado 29 de enero se convocó, en la plaza Martín Miguel de Güemes de Lomas del Mirador, a una Jornada Cultural en Defensa de los Derechos Humanos, con motivo de cumplirse dos años de la desaparición de Luciano Arruga, visto por última vez el 31 de enero de 2009 en una comisaria de la zona.
Hacia las diez de la mañana ya había varios grupos de personas trabajando en el lugar del evento, montando escenarios, carpas, puestos de exposición, muestras fotográficas. El escenario principal estaba sobre la Ruta 3, con la avenida Gral. Paz como fondo (¿la frontera entre dos mundos?). Hubo otro escenario, más pequeño, a doscientos metros del grande, junto a una pista de skate.
Al mediodía comenzaron los números musicales, con Boom Boom Kid y su guitarra. Y talleres y charlas sobre temas relaciones con los derechos humanos. Y exhibiciones de skate. Y más recitales. Y más charlas. Y más talleres. Y más exhibiciones. Tantas cosas y al mismo tiempo que era imposible estar en todos lados y ver todo lo que sucedía.
Hubo rock, folclore, murga. Y también hubo heavy metal. Primero, la banda Matanza sacudió Lomas del Mirador con su furioso y potente sonido. Luego subiría al escenario principal Vorkuta, agrupación del barrio Los Pinos, vestidos de negro, con los rostros pintados de rojo, su música acelerada, y sus letras cargadas de contenido político; más que una banda, un colectivo cultural que no invita a la reflexión, te la exige.
Un grano de arena. Es nada, y es todo lo que puede dar una persona. Mi grano de arena fue ir hasta allí, con libros míos y de mis colegas matanceros. Y mezclarme entre la multitud de documentalistas, editores de revistas, artistas plásticos, escritores, bibliotecarios, teatristas, músicos, malabaristas, docentes, defensores de los derechos humanos, periodistas de medios de comunicación locales y alternativos, y mucha gente que fue a sumar su grano de arena a la avalancha de cultura.
Ya caída la noche, mientras me marchaba, a mis espaldas la cultura seguía cayendo como cataratas sobre las rocas. Ojalá que las rocas sean las cabezas de los que creen que la violencia es un medio valido para un fin, y, al menos por un instante, le den una oportunidad a la razón.