sábado, 18 de febrero de 2012

Metiendo el perro (18 de febrero de 2012)

Muchas casas, en los muchos barrios que tiene La Matanza, tienen un perro. Y los Manzanares no es la excepción. Hace ya cinco años publicaba en http://losmanzanares.miss-web.es/ las siguientes líneas:
Tener una mascota es algo bueno. Un perro nos hace compañía, nos alegra el día, aunque a veces nos enojemos porque rompen o estropean alguna cosa. Un perro guardián cuida nuestro hogar, sacrificaría su vida por protegernos.
Pero tener un perro también es una gran responsabilidad. Hay que cuidarlos, alimentarnos, sacarlos a pasear... claro, a menos que uno tenga el perro afuera, en la calle, en ese caso no hace falta sacarlo a pasear. Tampoco hay que cuidarlo. Qué se cuide solo. Ah, eso sí, si algún vecino le pega una patada o le tira una piedra le rompemos la cara al muy metido, ¡quién se cree que es!, meterse con nuestro perro, al que solamente nosotros podemos moler a palos, sólo nosotros que lo trajimos para que ande en la calle rompiendo las bolsas de basura de otros, defecando veredas ajenas y ladrando y mordiendo a quien se le dé la gana.
Afortunadamente, la mayoría de los dueños de perro tienen a su mascota dentro de la casa, generalmente en el patio o la terraza, bien alimentado. Sobre todo los que tienen el perro en el patio delantero, detrás de una reja lo suficientemente amplia entre barrote y barrote para que el can saque la cabeza y obtenga un pedazo de pierna, brazo o abdomen de algún distraído transeúnte. Esos siempre son los más gorditos.
Tener un perro mejora nuestra calidad de vida. ¿Hay alguna duda?
¿Pero a que viene todo este recuerdo? Es que el sábado 18 de febrero transitaba tranquilamente por la esquina de Santander y Estocolmo cuando un perro mediano decidió merendarse mi pantorrilla. Por supuesto, cuando pregunté a los vecinos quien era el dueño de tan simpático animal me indicaron una casa desde donde nadie se hizo cargo de la propiedad del perro. Así que debo concluir que me mordió un espíritu libre.
Y mientras espero a ver de que color se pone la herida en mi pantorrilla escribo estas nuevas líneas, para advertirles que perro que ladra… muerde… y duele.

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