martes, 11 de mayo de 2010

13º FLIA (1º y 2 de mayo de 2010)

Ocho y media de la mañana del 1º de mayo. Con los libros y la mesita para armar tomé el 242 hasta Ramos Mejía. De ahí el tren hasta Once. Luego caminar, y caminar, hasta Azcuenaga y Paraguay. En el estacionamiento recuperado por el centro de estudiantes de la facultad de ciencias sociales de la UBA, la cosa se estaba armando, los puestos iban surgiendo como hongos después de la lluvia. Pero el día era soleado, casi caluroso, y los puestos eran el esfuerzo de autores independientes por mostrarle al mundo su obra, su grito de ¡existimos!
La Feria del Libro Independiente y Autogestiva (FLIA) es un emprendimiento de autores que trabajan en forma horizontal para la difusión de sus obras y de la cultura independiente en general. Está abierta a todo el mundo y cualquiera puede participar en la organización de los eventos, que se realizan en diversos puntos de la Ciudad de Buenos Aires y que se ha visto replicado en La Plata, Rosario y otras ciudades del interior. Incluso emprendimientos de similares características han visto la luz en Chile.
Al mediodía la cosa ya iba tomando color. Armé mi mesita entre los puestos de 4 Gatos, un espacio de arte visual con sede en Haedo, y un dibujante que pesar de estar enfermo igual fue a mostrar los libros que él mismo editaba, al igual que 4 Gatos y la mayoría de los expositores, que imprimen, cortan y encuadernan su obra con sus propias manos.
La FLIA es una feria variopinta y diversa. En los más de cien puestos que se armaron ese sábado 1º y domingo 2 de mayo, había poesía, narrativa, historieta, arte gráfico, editoriales independientes, revistas de diversos temas. Ahí estaba la gente de Guarnin, un diario de Castelar, y Baldosas Flojas, revista de la Capital, sólo por nombrar algunos de los medios gráficos alternativos que me dejaron material y con los que intercambiamos experiencias en esto de divulgar lo que vemos, ese algo indefinido que para algunos es la cultura independiente.
Mucha gente pasó por la feria los dos días que duró. Hubo charlas de los más diversos tópicos (aunque el sábado el tema excluyente fue el día del trabajador), hubo un escenario con números musicales y poetas leyendo su obra, hubo buffet, con el que se financia parte de los gastos, y el domingo por la tarde, el plato fuerte, el historiador Osvaldo Bayer participando de una de las charlas.
Las ventas fueron difusas. A algunos les fue bien. Yo, particularmente, llegué sin un centavo y me fui igual. Pero logré llevarme algunos libros, habidos mediante el arcaico método del canje, de Pablo Strucchi y Mariano Millan. Y un intenso intercambio de experiencias, folletos, emails, direcciones en Internet y la certeza de que la FLIA es un camino posible a un futuro mejor para la cultura argentina.

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