lunes, 31 de mayo de 2010

Bicentenario en la 9 de Julio (23 y 25 de mayo de 2010)

Todo era enorme. Como todo en la Argentina. Los stands eran gigantes. Los escenarios colosales. Hasta filas eran faraónicas. Y había que hacer fila para todo. Cientos de miles de personas chocando, tratando de ir a algún lado.
Todo era diverso. Como todo en la Argentina. Había stands de las provincias, de los ministerios públicos nacionales, de organizaciones de derechos humanos, y más. Música de todos los géneros, desfiles abarcando toda esa diversidad que conforma el país. Y largas filas para ver.
Y por supuesto, como en todo lo que sucede en la Argentina, había gente formada pacientemente en la fila, y los colados de siempre, aquellos que encuentran la felicidad en ganarle un casillero a un compatriota, a otro ser humano.
El domingo me tocó lluvia tan torrencial que el agua casi me arrastra. El martes, un día soleado, fui arrastrado por mareas humanas. Todos los espectáculos y muestras fueron de muy alto nivel. Pero era tanta la gente que finalmente uno no podía ver nada. Con paciencia, uno se formaba en la fila para entrar a un stand durante una hora, o esperaba junto a una valla durante dos horas el paso del un desfile, y quizás, no veía nada, más que multitud de cabezas delante suyo.
La verdad, si me hubiera quedado en casa, habría visto más, mucho más, de lo que vi. Pero aún así creo que fue una experiencia imperdible.

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