martes, 11 de mayo de 2010

Festival contra la impunidad, la represión y el gatillo fácil (5 de marzo de 2010)

El viernes 3 de marzo estaba en casa, peleando con la computadora, y la máquina iba ganándole al hombre. En la radio escuché que esa tarde en la plaza de Atalaya, desde las 17 hs, habría un festival de rock y un acto para pedir justicia por varios casos impunes que involucraban a vecinos de La Matanza.
Me rendí y dejé muy ufana a mi computadora por la victoria, y me fui caminando hasta la plaza del barrio Atalaya, cuyo nombre es Plaza de los Héroes Egresados. A las 17 había un par de parlantes y un músico solitario probando su instrumento. De a poco comenzó a caer gente. Gente con banderas y remeras con rostros de seres queridos que ya no están. Y no es que no están por un accidente o una enfermedad, sino que alguien decidió que sus vidas eran bienes prescindibles y las tomó creyéndose intocables.
El acto fue convocado por los allegados a Abraham Arce y Carlos Lopresto, asesinados en diferentes hechos acaecidos durante el 2009, y, según denuncia de los familiares, estarían involucrados personajes con poder, o apañados desde el poder (y perdonen si utilizó el condicional, pero, para bien o para mal, hasta el personaje más siniestro se merece el beneficio de la duda).
También asistieron la Coordinadora Antirrepresiva, organizaciones sociales, y familiares de otros casos impunes, como Luciano Arruga, , desaparecido hace más de un año, aparentemente por la policía, Lucena, y otros tantos que me perdonen si no los nombro, pero no soy periodista, escribo según las cosas me vienen a la cabeza, y a veces olvido detalles, aun los más importantes.
Cerca de las 18 hs comenzó una marcha. Un centenar de personas salió caminando desde la plaza y se dirigió hasta la casa de uno de los indicados como asesino de Arce. Allí se produjeron algunos incidentes, con gritos y pedradas contra la fachada de la vivienda. De ninguna manera puedo justificar la violencia, pero entiendo la bronca, bronca que se genera en la impunidad. La violencia genera más violencia, y la única forma de detener esa espiral al abismo es con justicia, pero cuando la justicia no llega, la gente siente que lo único que le queda es gritar, y agarrar piedras de la calle y arrojarlas a la pared, un muro tan insensible como el muro que encuentran cuando pasean por juzgados reclamando algo mínimo y elemental: Justicia.
Después de la marcha, ya de regreso a la plaza, los familiares, uno a uno, contaron sus historias. Padres sin hijos. Hermanos sin hermanos. Gente sin su sangre, sin su vida. Chicos, porque eso eran, chicos que tendrían que estar estudiando, jugando al fútbol o invitando a alguien a ir a algún lado, chicos contando como era ese hermano, ese primo, ese esposo que se fue y que no iba a conocer a su hijo todavía en la panza de la viuda.
A continuación, vino el aguante de las bandas. Arrancó Incesto, con un furioso y contestatario heavy metal. Luego tocó Pentosario, una banda de punk rock. La música fue anecdótica. Buena música, pero apenas un susurro entre tantos gritos de dolor.

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